Aprender en el día a día.
Las relaciones humanas conforman una compleja red de interconexiones en constante transformación. ¿Te ha pasado alguna vez que alguien que acabas de conocer te hace sentir muy a gusto? Que este tiempo de compartir amistad o relación sea de una hora, unos meses o muchos años depende de la intensidad y permanencia de este feeling, que es un canal de conexión bidireccional que hemos establecido sin darnos cuenta de ello. ¿Y te ha pasado, también, que de repente te da pereza quedar con alguna amistad de hace mucho tiempo? Algunas personas llegan a nuestra vida de golpe, porque hay química, y se quedan durante un tiempo. Otros van desapareciendo porque la química ya ha ido desvaneciéndose. Dejas de compartir con ellos experiencias, aficiones, y las conversaciones no sabes por qué motivo no fluyen, y sientes incluso sensación de cansancio físico.
A mí me gusta poner el ejemplo de que las relaciones se producen cuando las personas vibran en una misma frecuencia, como si sintonizaran un determinado canal de radio, que los hace moverse y compartir en un plano determinado: cuando alguien accede a ese mismo plano le reconoces porque habla como tú, siente como tú y ríe como tú. Y tienes ganas de compartir más tiempo porque en esa persona te sientes reflejado o reconocido. Te puede sorprender todo lo que tiene en común, a pesar de ser diferente. La empatía fluye automáticamente y no hay que hacer ningún esfuerzo para entenderse. ¡Y es fantástico!
Lo que pasa es que las personas cambiamos y evolucionamos. De repente es uno mismo quien sintoniza otro canal, y entonces deja de conectar con muchos con quienes había conectado hasta entonces. Esto mismo les puede pasar a las personas de nuestro plan: aparecen y desaparecen a
lo largo de la vida: y puede ser una desintonización brusca o progresiva. Nos encontramos en un espacio compartido en el que sintonizamos, aprendemos, amamos y nos divertimos. Pero suele ser de duración limitada. Lo más frecuente no es tener los mismos amigos a los 3 años que a los 80. Una amistad o relación se comporta como una sencilla curva de Gauss, que tiene un ascenso, se mantiene por un período determinado a una determinada altitud, y en la mayoría de los casos va descendiendo, aunque en contadas ocasiones se mantiene sin bajar nunca.
Este cambio de personas, lejos de ser un inconveniente, es un factor de enriquecimiento: reconocer que una amistad o relación pertenece al pasado no significa dejarla de querer. Quiere decir ubicarla en el lugar adecuado, reconocerle el valor que ha tenido, y que siempre tendrá en el recuerdo y en el afecto. El presente y el futuro deben estar abiertos a nuevas relaciones humanas, que son las que hacen enriquecer tu plano personal. Las que han abandonado este espacio compartido de manera inesperada es que no querían estar, y se han desintonizando de ti, tal vez antes de que tú te desintonizaras, y hayas sufrido por eso: pero debes saber que las
relaciones son líquidas, y no sólidas. Por eso evolucionan. Y ya se sabe, no se puede retener el agua entre las manos. Así que hay que dejarla fluir y agradecer el tiempo que han estado. O agradecer que hayan ido, si después te das cuenta que esa no era agua potable. Que también pasa. Así pues … aprende a fluir, a sintonizar con los que vibran como tú, y dejar en el lugar que les corresponde a los que ya no lo hacen. Focaliza la energía en los que añaden valor a tu vida, no a los que te lo quitan.
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