Sonnia Gil
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19/6/2015

¿Te motivas o te desmotivan?

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A menudo se piensa que la motivación es externa. Que son los maestros los que deben motivar a los niños, que son los jefes los que deben motivar a los trabajadores, que son los entrenadores que han de motivar a los jugadores. Ciertamente hay una motivación externa, que proviene de comportamientos de otras personas y de determinadas circunstancias, que puede influir en nuestro comportamiento. Es todo lo que pasa de nuestra piel hacia fuera: lo que llamamos entorno, laboral o personal. Ahora bien, creer que no estamos motivados por culpa de los demás es un error.

La responsabilidad última es individual, y solo nosotros decidimos qué comportamiento queremos tener. ¿Por qué? Porque la forma en que todo esto que pasa externamente nos afecta internamente depende de uno mismo. Puede haber muchos factores y muchas personas que no favorecen una actitud o una emoción positiva: malos resultados empresariales, circunstancias laborales desfavorables, cabezas con estilos de liderazgo que desmotivan, enfermedades, lesiones, crisis económica, disgustos personales, etc. Pero mientras muchas personas se dejan caer en el victimismo de culpar al mundo externo, otros focalizan la energía en buscar alternativas para salir adelante. La motivación puede bajar o subir en función no de estas variables, sino de cómo las interpretas en tu cerebro. Así que es útil ser consciente de esta responsabilidad individual que nos lleva a elegir un comportamiento u otro.

¿Cómo puedes reforzar la motivación?

1. Clarifica tus proyectos: ¿Dónde quieres llegar en el futuro? ¿Por qué haces lo que haces? Y sobre todo, ¿para qué lo haces? ¿Dónde te lleva? ¿Crees realmente en ello? Da sentido a tu trabajo, aunque no sea el de tus sueños: tú decides si poner el foco en todo lo que no te aporta o en lo que sí te aporta.
2. Identifica tu estilo de motivación: ¿Qué necesitas

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pensar, sentir o hacer para sentirte motivado? Si no sabes qué energía te mueve a la acción, no la podrás activar. Si lo sabes, sí.
3. Busca tu motivación trascendente: ¿Tiene sentido para ti lo que haces todos los días? Cuando un trabajo o una actividad deja de tener un sentido importante, a menudo decae el grado de implicación. Las personas que se sienten verdaderamente parte de lo que hacen son menos influenciables por aspectos externos negativos. Así que procura identificar qué da sentido a tu vida, y haz cosas que te lleven hacia esa dirección.
4. Identifica qué o quién te desmotiva, y busca las estrategias personales para contrarrestar esta fuerza externa: decide cómo quieres que esto te afecte. Si no puedes cambiar las personas o circunstancias de tu entorno, cambia la forma en que te afectan. La responsabilidad de tus pensamientos, sentimientos y acciones es tuya. Sólo te desmotiva si tú te dejas desmotivar.
5. ¿Cómo te afectan los éxitos y los fracasos? Si te cuesta superar las adversidades deberás trabajar la resiliencia, es decir, la capacidad de recuperar tu estado inicial porque el impulso que te lleva a la acción no se deje arrastrar por unos malos resultados. Si desarrollas tu inteligencia emocional tendrás muchas más herramientas para poder tener una motivación alta que te haga mantener la actitud y el esfuerzo necesarios para poder generar resultados diferentes.

Trabajarse la motivación es, en definitiva, un ejercicio de responsabilidad individual que te llevará a vivir con sentido, a trabajar con sentido. A acercarse a tu mejor yo interior. Cambiar el mundo, tu mundo, depende de ti.